sábado, 21 de mayo de 2016

El sueño adolescente de una tarde de verano.


El bus iba a trompicones y pegando frenazos bruscos, mientras el sol de media tarde nos cegaba el lado izquierdo de la cara.

-Siento lo de anoche, no sé qué pudo pasar...

La chica movió a ambos lados la cabeza, sin soltarle la mano.


-No te preocupes, esta noche lo volveremos a intentar.
Además, no estará mi madre. Podemos irnos a su cama.


El muchacho volvió a respirar hondamente e insistir.
Se negaba a dar el tema por zanjado.


-Te digo que fue todo culpa mía.
El muchacho hizo una breve pausa mientras ella le miraba tiernamente.
-He estado dándole vueltas y tengo una idea...


-¿Cual?
Esta vez, la chica le miró fijamente a los ojos.

-Podría ir a una farmacia y...
La chica no dejó que terminara de hablar.

-¿A qué? Tenemos de sobra, anoche vi la caja...
-No, ya sé... Me refería a algo más.
La chica dio muestras de no saber a dónde quería ir a parar con eso.


-Ya sabes, eso... Lubricante.

La chica pegó un bote en el asiento mayor que los que había dado hasta ahora por los bandazos del trajín del autobús.
Inmediatamente, se ruborizó y miró a todos lados confiando que nadie del autobús supiera inglés para entender lo que el chico acababa de decir en voz alta.

-Deja de preocuparte por eso, de verdad. -La chica le dio un beso en la mejilla. -Esta noche todo saldrá bien. Será una ocasión especial.

El muchacho sabía para sus adentros que no saldría bien.
De hecho, el verdadero resultado sería con creces más desastroso de lo que imaginaba, con la joven sufriendo un ataque de ansiedad y llorando a lagrima viva sin poder darle él ningún tipo de consuelo salvo al ponerle de nuevo el pijama.

Pero todo eso estaba por pasar al caer la noche.
Ahora era tiempo de vivir lo mejor de la relación bajo la luz brillante de ese sol veraniego.


La piscina no resultaba estar nada mal, dado que las calles no estaban muy atestadas de gente para nadar a braza, crol o mariposa.
El tobogán era ya otra cosa.
Estaba copado totalmente por hordas de críos chillones que no paraban de saltar, berrear y salpicar a los demás.
No tenía perdida: te lanzabas, girabas dos veces e ibas a caer a una piscina en la que el chico imaginaba que la mayoría de críos se habían meado varias veces tras pasar el emocionante viaje, a juzgar por lo templada que estaba el agua.


La pareja se lanzó de todas las formas posibles.
Juntos.
Separados.
En plancha.
Agarrados a los pies él uno del otro.

Pero siempre, siempre, cuando estaban por llegar al final, aprovechaban el eco del último giro para gritar cualquier idiotez.

Cuando ya estaban lo suficientemente mareados y exhaustos de nadar y girar, decidieron ir a descansar al jacuzzi insonorizado que había en otro extremo del lugar.

El agua burbujeante a gran temperatura les hacía sudar y resoplar por igual, pero pasados unos minutos se encontraron la mar de cómodos.
Decidieron sentarse uno frente al otro y acariciarse la barriga, el sexo o el cuello con la planta de los pies.
Continuamente había un flujo de gente entrando y saliendo del jacuzzi, no pasaban más de cinco o diez minutos. La pareja estuvo cerca de media hora o tres cuartos sin salir de ahí.

En un momento dado, entraron en el jacuzzi una pareja de padres primerizos con un bebé en sus brazos que apenas debía de contar un par de meses.
La chica miraba con una sonrisa pícara al muchacho sin dejar de acariciarle con su pie, mientras la pareja se pasaba el bebé en brazos como si fuera un partido de voleibol a cámara lenta se tratara.


El muchacho se limitó a sonreírle, mientras para sus adentros se guardaba pensamientos un tanto cínicos.
<<Mujer, pero dónde vas. Sólo tienes diecinueve años, eres una cría...>>

La pareja se fue minutos más tarde y como otras veces en las que ambos se habían quedado solos, ella saltó de su asiento y fue recostarse en los brazos de él.

-¿Has visto que mono era ese bebé? -dijo la chica mientras le rodeaba fuertemente con sus brazos. -Se parecía a la foto que tengo de ti de fondo de pantalla en el móvil, en la que estas sosteniendo a la hija de tu prima.

El muchacho asintió y pensó si la chica deseaba que esa noche fuera demasiado especial.
A pesar de llevar una semana en ese país, no sabía muy bien cómo funcionaban las cosas en el centro-este de Europa.
No entendía sus costumbres ni su música ni su cultura.
Quizá resultaban ser más serias que las que había en España.


Le había presentado a su familia, le había hablado incesantemente de su padre (menos del cáncer que se lo había llevado cuatro años antes) y esa noche estaba por descorchar una botella de champán, poner dos velas, copas, cenar unos crêpes que quemaban con sólo mirarlos y quizá, hasta traer un hijo al mundo.


Quizá las cosas funcionaban de otro modo en ese país que apenas acababa de cumplir la mayoría de edad viviendo en democracia.
 


Tras una larga pausa pensando en mil historias, el muchacho sólo acertó a decir:
-Deberíamos salir ya, nos estamos quedando viejos.
Mira que arrugados estamos.


La chica le dio un beso en la boca y salieron del agua.
El resto de la tarde la dedicaron a cenar una hamburguesa y a recorrer el largo camino de vuelta a casa andando.

El muchacho, de haber sabido que a partir de entonces las cosas sólo irían a peor, se habría quedado un rato más arrugándose aquella tarde en el jacuzzi con ella.   

martes, 12 de abril de 2016

De Gran Vía a Plaza España.



De Gran Vía a Plaza España lloro desconsoladamente bajo unas gafas de sol.

Lloro por algo tan natural como la muerte de mi abuelo a principio de año.

Aprieto fuerte la mandíbula y no dejo de caminar, rezando para mis adentros que no me choque de bruces con un conocido.
Porque raro es la vez en que no te cruzas en la Gran Vía con un amigo o famoso del mundo del espectáculo.

También me maldigo para mis adentros por qué me tiene que pasar esto siempre a mi puntualmente a los dos meses de la muerte de un ser querido.

Paso por delante de Cabarets, Musicales, anuncios de monologuistas y de comida rápida.

Cada vez que una persona cercana a mi muere, inmediatamente soy incapaz, incapaz, de derramar una lagrima. 
Pero es pasar dos meses y me visitan para darme el último adiós, como Patrick Swayze en Ghost.

Y venga a llorar...
Arden los ojos empapados de igual forma que si mirara directamente al sol.
Pero el día esta velado con nubes y una fina lluvia.
Pese a ello, yo sigo con mis gafas de sol, para que no se note a ojos de los demás la procesión que llevo por dentro.


Finalmente, es llegar a Plaza de España y respirar hondamente.
Enjuagarme las lagrimas de las mejillas y ver ante mi a Cervantes, Quijote y Sancho Panza.

Me siento aliviado al saber que, en verdad, estos sueños no versan sobre gigantes o espíritus hechos de alforjas de vino contra los que luchar, sino más bien aceptar.
Simplemente es el duelo por la muerte de un ser querido.



domingo, 15 de noviembre de 2015

2013


No sé por qué tengo la impresión de que gran parte de este año nunca ha existido.

Debe tener algo de relación que hiciera por aquel entonces mi erasmus en Poznan (Polonia) y que quizá lo que pasara aquí en España no me tocó muy de cerca (salvo lo que veía en las redes sociales).

Lo cierto es que veo que se ha desvanecido todas las modas de entonces, como quien dice el chascarrillo "Eso es tan de 2013", pese a que sólo han pasado tres años desde entonces.

A lo que iba, ¿alguien acaso recuerda lo que es un Harlem Shake? Ese vídeo chorra de una mujer gritando '¡CON LOH TERRORIHTAH!' y haciendo que un grupo de gente hasta entonces formal, se convirtiera en un sindios en el mismo lugar, en cuestión de segundos.


O por otro lado, PSY y su Gangnam Style. Una canción que me apasionó desde el momento en que vi a un polaco saltar de forma tan equina, para confesarme un segundo después que tenía que parar porque le habían operado de la pierna una semana antes.
Por eso y porque le disgustaba a una zorra que me cae mal.
Ya se sabe: las canciones de mis enemigos son bien recibidas.




Y qué decir de la lista de los Oscars de ese año: Argo, Los Miserables, Django, Lincoln...
Todo un plantel de películas que han quedado relegadas a la sobremesa o la medianoche en un canal secundario de la TDT.

La lista, de alguna forma, es interminable.



Si algo ha conseguido sobrevivir, a duras penas, es el 'Get Lucky' de Daft Punk.
Lo siguen poniendo ahí, tímidamente en la radio, pero poquito. No sea que haga sombra al tedioso 'Happy' de Pharrell Williams.


También fue cuando vi a Ernesto.
Sin pelo, sin cejas y en definitiva, sin un ápice de color en su cara. Sólo una gorra pegada a un hombre sin sombra.

Y hasta él se ha desvanecido también.

jueves, 30 de julio de 2015

Here in my car


Hace calor, mucho calor. 
Sudo a mares y para colmo, estoy en un tugurio en el que soy el único extranjero. 
Me siento un poco perdido, como si me acabaran de parir.

La discoteca en la que me encuentro, pretende ser un fiel reflejo de los ochenta.
T
iene un DeLorean colgado del techo que tira humo de vez en cuando, hay luces de colores y globos por todos lados y el tío de la barra va vestido igual que Tom Cruise en 'Cocktail'.




Escuchando el éxito de Gary Numan, una chica me pregunta por detrás qué Guerra Fría me seduce más, la de los sesenta o la de los ochenta.

"No sé, en los sesenta aún no había nacido y en los ochenta llegué cuando ya había terminado la fiesta nuclear. 
Conocí la primera por Mad Men y la segunda, a través de las películas de Superman"



La chica no insiste en preguntarme nada más. Baila y las luces de colores pasan fugazmente entre sus brazos y caderas. 


Yo miro hacia otro lado, donde tres hombres mayores bailan pegados como si fueran un único ciempiés. 
Chocan sus entrepiernas los unos con los otros dando pequeños saltos, mientras un par de cuarentonas divertidas a su lado les aplauden.
El que va en cabeza, en uno de esos saltos, pierde el equilibrio y arrastra a los otros dos a una lenta pero inevitable caída contra el suelo.

Imagino que volverá a pasarles lo mismo más tarde, cuando los tres estén sobre la cama de un bed & breakfast.

Dudo que la discoteca de más de si esta noche, de ahí la entrada gratis y las pocas pegas que los gorilas han puesto a mis pintas desaliñadas.


La chica rompe la tregua y vuelve a asaltarme, agarrando mi mano y haciéndome girar sobre mi eje. 
Doy un par de vueltas, hago lo mismo con ella y cuando esta de espaldas, aprovecho para escaparme al baño. Ella me grita algo, pero paso en ese momento por un baffle y no la escucho.

En la puerta del lavabo de caballeros, me espera Michael Knight sonriente con su cazadora y su jersey rojo de cuello cerrado.

"Que calor, Knight. Dile a Kitt que ponga el aire"

El lavabo también es un fiel reflejo de los ochenta, para variar.
Encima de la taza, hay una pegatina de 'Beware of AIDS' con la imagen de Freddie Mercury sacada del vídeo 'I want to break free'.

Me subo la cremallera y pego un tirón a la pegatina. Rebusco en mis bolsillos, saco un boligrafo de WRG Marketing y escribo en el borde arrancado. Ahora pone 'Beware of dickheads'.


Vuelvo a la pista de baile, donde esta sonando 'Sharp dressed man' de ZZ Top. 
La canción refleja todo lo que no soy ahora mismo. 
Huelo fatal, tengo toda la ropa pegada al cuerpo y el pelo graso.




Los viejos están de nuevo en el suelo, intentando ser levantado por una de esas simpáticas solteronas. Paso muy cerca y casi caigo yo también a la pista de baile, al verme arrastrado por una boa de plumas tirada por una de las mujeres.

Sin soltarme del cuello, intenta atraerme hacia su boca pintada como la de un cuadro de Matisse: rojo sobre blanco verdoso.
Me fijo en sus brazos rollizos y sudados. Son idénticos a esos jamones cocidos inmaculados que hay en la carnicería del Super, aun sin cortar en lonchas.

Me libro antes de que su beso me convierta en Medusa.
La chica de antes me vuelve a abordar, pero me doy media vuelta.
Vuelve a buscar mi mano, pero me zafo de ella.

En este punto, doy por terminada la noche. 
La próxima vez iré una discoteca de los noventa, que es cuando aprendí a tener uso de razón.

miércoles, 15 de julio de 2015

Asfalto caliente hacia ninguna parte.


Era uno de esos viajes de verano con cinco en un coche y el sexto en Alsa (a todos nos ha pasado alguna vez), bajo un sol abrasador y una nueva epidemia de legionella en el ambiente. 




No había prisa por llegar al lugar de destino estival. El coche-crucero iba por la carretera a su ritmo, con cassettes de El Consorcio, Julio Iglesias y Bombazo Mix 2002 guardados en la guantera o a todo trapo.

En una de esas, alguien señaló el cartel que indicaba el desvío a Oliva. Se hizo un pequeño debate en el coche y tras un rotundo: 'Tu madre al llegar allí, coge un libro y se entretiene hasta que lleguemos. No hay prisa', ponemos rumbo a dicho poblado costero.

No hay prisa. Paramos y el tío Camuñas pregunta a un viandante por dónde queda el cementerio de Oliva, donde esta enterrado un tal Vicente Guarra.

-¿Vicente Guarra?
-Vicente Parra, niño. Fue nada menos que Alfonso XII en el cine.



Llegamos al cementerio y la mitad de los que votaron ver a Vicente Parra, no se bajan del coche. Para mi sorpresa, yo me bajo, porque dentro de mi tengo el regusto y la curiosidad de visitar el sepulcro de un famoso, como quien va a ver la tumba de Jim Morrison o Elvis Presley.

Damos un buen rodeo por el cementerio y preguntamos a esas señoras que siempre están allí para limpiar las tumbas de sus seres queridos, aunque caiga sobre ellas las Canículas de Agosto.

El tío Camuñas salva de nuevo la situación, haciéndonos aspavientos con los brazos a lo lejos. Al llegar donde esta, vemos a Vicente Parra y familia.
Para todos, de lejos, el momento es igual de importante que cuando Indiana Jones descubre el Arca de la Alianza.

Tomamos dos fotos para el recuerdo, de pie, sentados sobre el sepulcro o detrás de la cruz, como si fueramos un grupo de góticos felices.

Nada más volver al coche, estalla el jubilo. 
Se suceden vítores al grito de: '¡Vicente Parra, hemos hecho historia en un minuto!', 'Donde vas Alfonso XII, donde vas triste de ti...'. 


La radio del coche anuncia en ese momento que la banda terrorista ETA se ha cargado por la mañana a un tío mediante coche bomba y hace pocos minutos, a otro con una ráfaga de tiros. 
Se me tuerce el gesto, siendo consciente de lo diferente que es ahora mismo la parte de delante del coche y la de detrás.

Era al fin y al cabo, un día cualquiera de verano en España, en una carretera remota de este recién estrenado siglo.




viernes, 30 de mayo de 2014

El lobo de Dale Street.


Durante el mes y medio pasado, he estado trabajando en una empresa de marketing, dedicada al sector de ventas en la instalación para el acondicionamiento del hogar.



Dado la poca experiencia laboral que tengo, cualquier cosa que me cayera en las manos me parecía genial.
Empecé muy motivado, ya que era una oportunidad de mejorar mi inglés, además de aprender otras habilidades desconocidas para mi, como hablar de cara al cliente, vestir camisa y corbata o ser puntual a las 10:00 de la mañana en una oficina.

Más allá de esto, me superaba con creces estar de 11h a 13h fuera de casa, comer mal, caminar 6h diarias por grandes distritos vecinales (más aparte estar de pie en la oficina) y viajes interminables en autobús por unas carreteras que hacían buena la Sierra de Colombia.




Todos eran encantadores en esa oficina y estaban dispuestos a ayudarte a la hora de responder evasivas que puedan darte los clientes, pero de carácter y sentido del humor andan bastante escasos. Eso hacía plantearme a veces que hubiera acabado en una secta o tapadera de dinero negro.
El jefe era un señor hindú orondo la mar de amigable que se jactaba de que hace diez años estaba en la India nadando en el Ganges entre cadáveres (un decir, claro) y ahora se encuentra en el Reino Unido haciendo dinero para su Majestad la Reina Isabel II, Barack Obama y el espíritu de Margaret Thatcher.




Es por ello que me ha parecido interesante leerme 1984, a la par que trabajaba en esta oficina, porque he conocido a una escocesa llamada Lisa que bien me recuerda al personaje de Julia. En la oficina nadie puede compartir aspectos de su vida privada, si saliste la noche anterior o se ha formado una pareja, ya que el Dios Ganesha todo lo ve y todo lo oye.

No llevábamos monos azules como en la novela del Gran Hermano, pero se asemejaba bastante porque las reuniones matinales consistían en gritar consignas en favor del dinero, del esfuerzo, de la superación y de toda la mierda dura que puedas cagar en un vater.



Es por ello, como podéis entender, que para mi el sexo era algo imperativo. Porque cuando llevas tanto tiempo sin practicarlo y encima te lo prohíben, no puedes evitar depositar tus pensamientos y esperanzas en ello, mientras otros hacen garabatos en una pizarra o cuando llamas de puerta en puerta.



En definitiva, visto cumplidos mis objetivos (ganar experiencia y algo de dinero) un mes y medio después de entrar ahí, he salido más que satisfecho.

Porque alguien vendrá y me dirá que en eso precisamente consiste el trabajo, dedicar 11h o 13h diarias. Pues bien, quizá en un futuro lo asimile mejor, pero ahora me niego a trabajar eso para cobrar tan poco. Porque para eso, no salí de España.


lunes, 3 de marzo de 2014

Hare Krishna Hare Hare Hare Rama...


Hace unos días, mi compañero de casa nigeriano me prestó un libro sobre la conciencia de Krishna. 
Es muy fino (92 paginas) y fácil de leer (como es de suponer, un libro religioso nunca te resultará difícil de leer, no son idiotas).
Decidí darle una oportunidad y en ello estoy, leyéndolo.




El libro no me aporta nada nuevo. E incluso las partes en las que deriva la solución de mis problemas al rezo a Krishna, Visnu o una vaca sagrada me parecen irrisorias.

Pero en su defensa, he decir que tampoco es un libro de Paulo Coelho, Alejandro Jodorowsky o @Ifilosofia, que todo el mundo anda compartiendo sus zurullos espirituales y que a mi, personalmente, me parecería hasta más agradable tener una polla acariciándome la mejilla que tener que leer esas milongas.



Ya desde hace un año vengo perdiendo lo que viene a ser la fe en estas cosas. 
Yo he sido bastante sensible a esto durante mucho tiempo: he vivido rodeado de Cristos y Ave Marias en los veranos que pasaba en la casa del pueblo, me bautizaron con 10 años y tomé la comunión con 11 e incluso a veces, al hablar, se me escapa una frase que parezco el padre Damien Karras, que hace que hasta el más ateo se cague encima de la sorpresa.

Pero nada es eterno...y al igual que dejamos de creer en los Reyes Magos (porque descubres que tus padres no quieren desayunar el día de Reyes, después del atracón de nueces y vasos de leche que les has dejado bajo el árbol la noche anterior), se deja de creer en fantasmas, monstruos en el armario y la vida eterna.

Porque no puedes creer que hay alguien ahí arriba mientras aquí abajo se te mueren mascotas, tías-abuelas y actores que te han hecho pasar una buena tarde.


Volviendo al libro, es interesante verlo a veces desde el punto de vista político y social, estando de acuerdo en que tratando de ser feliz con cosas materiales no vas a ser feliz nunca (los británicos tienen un marrón muy grande con eso) o el hecho de seguir a dirigentes que nos prometen pan y nos acaban dando piedras (Marca España).

No hay que profesar ni a Dioses ni al Android que tienes delante por igual, hay que cultivar un poco la felicidad relacionándote con otras personas y capturar momentos esenciales, porque un día no estarán ahí.

No hay que rezar a Krishna o pedir milagros al Papa Francisco, hay que venerar lo que tengas delante: sea un filete muy hecho, una canción, un ser querido o un coño.