Martin Parr,tenía que decirte que me encantan tus fotografías.
Es verlas y recordar esos viajes a Mallorca,Ibiza o Benidorm con mi madre,mi hermana y mis abuelos...
Pese a tener una edad tan pequeña cuando los hicimos.
Recuerdo esos alemanes con una dermis tan similar al beicon y las salchichas que comían en el desayuno,que básicamente lo que hacían me parecía un acto de canibalismo en sí.
También no puedo olvidar esas camas con mantas más suaves que el esparto,esas espaldas peludas,niñatas british gritándome como si fuera culpable de un asesinato porque habían perdido la partida en el Street Fighter II (para que luego mi madre me dijera: habla con ell@s,practica el inglés) en el bar del hotel.
¿Quien puede olvidar,a día de hoy,esos viajes en grupo a las siete de la mañana en un ferry cuando el mar era un sincaos y una debacle,a merced de Leviatán?.
Mi cabeza y la de mi abuelo competían por ver quien podía separar más la cara de la bolsa de mercadona sin que por ello corriéramos el riesgo de bañar nuestra ropa con nuestros propios vómitos.
Y ya puestos,vinculo tambien tus fotos a aquellas tres semanas en Killarney (Irlanda),donde viví con una madre adoptiva que tenía dos hijas,una estaba como un queso y la otra como una tarrina de mantequilla.
Me es imposible olvidar a ésa buena madre católica,con su hogar repleto de emblemas y reseñas a Dios,Cristo,la Virgen y el Espíritu Santo,verla en batín azul a las cuatro de la tarde o sudando en el patio de atrás diciéndome que morir es cocerse a 25º en verano.
Es una lastima que éste año tu trabajo no me sirva.