miércoles, 15 de julio de 2015

Asfalto caliente hacia ninguna parte.


Era uno de esos viajes de verano con cinco en un coche y el sexto en Alsa (a todos nos ha pasado alguna vez), bajo un sol abrasador y una nueva epidemia de legionella en el ambiente. 




No había prisa por llegar al lugar de destino estival. El coche-crucero iba por la carretera a su ritmo, con cassettes de El Consorcio, Julio Iglesias y Bombazo Mix 2002 guardados en la guantera o a todo trapo.

En una de esas, alguien señaló el cartel que indicaba el desvío a Oliva. Se hizo un pequeño debate en el coche y tras un rotundo: 'Tu madre al llegar allí, coge un libro y se entretiene hasta que lleguemos. No hay prisa', ponemos rumbo a dicho poblado costero.

No hay prisa. Paramos y el tío Camuñas pregunta a un viandante por dónde queda el cementerio de Oliva, donde esta enterrado un tal Vicente Guarra.

-¿Vicente Guarra?
-Vicente Parra, niño. Fue nada menos que Alfonso XII en el cine.



Llegamos al cementerio y la mitad de los que votaron ver a Vicente Parra, no se bajan del coche. Para mi sorpresa, yo me bajo, porque dentro de mi tengo el regusto y la curiosidad de visitar el sepulcro de un famoso, como quien va a ver la tumba de Jim Morrison o Elvis Presley.

Damos un buen rodeo por el cementerio y preguntamos a esas señoras que siempre están allí para limpiar las tumbas de sus seres queridos, aunque caiga sobre ellas las Canículas de Agosto.

El tío Camuñas salva de nuevo la situación, haciéndonos aspavientos con los brazos a lo lejos. Al llegar donde esta, vemos a Vicente Parra y familia.
Para todos, de lejos, el momento es igual de importante que cuando Indiana Jones descubre el Arca de la Alianza.

Tomamos dos fotos para el recuerdo, de pie, sentados sobre el sepulcro o detrás de la cruz, como si fueramos un grupo de góticos felices.

Nada más volver al coche, estalla el jubilo. 
Se suceden vítores al grito de: '¡Vicente Parra, hemos hecho historia en un minuto!', 'Donde vas Alfonso XII, donde vas triste de ti...'. 


La radio del coche anuncia en ese momento que la banda terrorista ETA se ha cargado por la mañana a un tío mediante coche bomba y hace pocos minutos, a otro con una ráfaga de tiros. 
Se me tuerce el gesto, siendo consciente de lo diferente que es ahora mismo la parte de delante del coche y la de detrás.

Era al fin y al cabo, un día cualquiera de verano en España, en una carretera remota de este recién estrenado siglo.




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