Le he dado muchas vueltas al tema y la única conclusión que saco es que la red social no es la misma a la que me uní en 2007.
Internet hace que todo vaya más rápido, y eso hace que las redes sociales tengan un pulso continuo con él, de forma que no caigan en el olvido de un día para otro.
Facebook para mi significaba mucho hasta hace muy poco. Pasaba horas muertas (y horas de clase) realizando misiones en el Mafia Wars. Estos juegos casi hacen que repitiera segundo de carrera, haciendo que dejara a un lado las segundas vanguardias artísticas por agregarme a un desconocido de Bangladesh y a una de Australia con fotos de una modelo, con tal de que me proporcionaran energia extra para las misiones.
Antes era más participativo. Ibas a una fiesta y al día siguiente aparecía etiquetado hasta el grano que habías olvidado reventarte, por no hablar de los test para comprobar cuanto sabías sobre tus amigos.
O crearte a ti mismo en un muñeco 3D, con muñones en vez de manos, subiéndote a un dinosaurio.
Pero todo eso, de repente, ha quedado atrás.
La gente sigue jugando a los juegos y subiendo fotos, pero en su mayoría lo único que hace es compartir, compartir, compartir...¿compartir para qué? ¿para crear debate?. Y estos ilustrados son los que se mofan de los que usan Twitter.
PLAS! PLAS!
Y cuando no se trata de compartir, buscan que te unas a su pagina.
¿Por qué voy a unirme a tu página si diariamente veo los mojones que haces en tu cuenta personal?.
Si hubiera aceptado todas las invitaciones, ahora tendría a todos mis amigos por duplicado.
En cuanto deje de hablar con las dos polacas de turno, lo cierro.
Todo tiene un punto y final, pese a que nunca queramos verlo.