domingo, 15 de noviembre de 2015

2013


No sé por qué tengo la impresión de que gran parte de este año nunca ha existido.

Debe tener algo de relación que hiciera por aquel entonces mi erasmus en Poznan (Polonia) y que quizá lo que pasara aquí en España no me tocó muy de cerca (salvo lo que veía en las redes sociales).

Lo cierto es que veo que se ha desvanecido todas las modas de entonces, como quien dice el chascarrillo "Eso es tan de 2013", pese a que sólo han pasado tres años desde entonces.

A lo que iba, ¿alguien acaso recuerda lo que es un Harlem Shake? Ese vídeo chorra de una mujer gritando '¡CON LOH TERRORIHTAH!' y haciendo que un grupo de gente hasta entonces formal, se convirtiera en un sindios en el mismo lugar, en cuestión de segundos.


O por otro lado, PSY y su Gangnam Style. Una canción que me apasionó desde el momento en que vi a un polaco saltar de forma tan equina, para confesarme un segundo después que tenía que parar porque le habían operado de la pierna una semana antes.
Por eso y porque le disgustaba a una zorra que me cae mal.
Ya se sabe: las canciones de mis enemigos son bien recibidas.




Y qué decir de la lista de los Oscars de ese año: Argo, Los Miserables, Django, Lincoln...
Todo un plantel de películas que han quedado relegadas a la sobremesa o la medianoche en un canal secundario de la TDT.

La lista, de alguna forma, es interminable.



Si algo ha conseguido sobrevivir, a duras penas, es el 'Get Lucky' de Daft Punk.
Lo siguen poniendo ahí, tímidamente en la radio, pero poquito. No sea que haga sombra al tedioso 'Happy' de Pharrell Williams.


También fue cuando vi a Ernesto.
Sin pelo, sin cejas y en definitiva, sin un ápice de color en su cara. Sólo una gorra pegada a un hombre sin sombra.

Y hasta él se ha desvanecido también.

jueves, 30 de julio de 2015

Here in my car


Hace calor, mucho calor. 
Sudo a mares y para colmo, estoy en un tugurio en el que soy el único extranjero. 
Me siento un poco perdido, como si me acabaran de parir.

La discoteca en la que me encuentro, pretende ser un fiel reflejo de los ochenta.
T
iene un DeLorean colgado del techo que tira humo de vez en cuando, hay luces de colores y globos por todos lados y el tío de la barra va vestido igual que Tom Cruise en 'Cocktail'.




Escuchando el éxito de Gary Numan, una chica me pregunta por detrás qué Guerra Fría me seduce más, la de los sesenta o la de los ochenta.

"No sé, en los sesenta aún no había nacido y en los ochenta llegué cuando ya había terminado la fiesta nuclear. 
Conocí la primera por Mad Men y la segunda, a través de las películas de Superman"



La chica no insiste en preguntarme nada más. Baila y las luces de colores pasan fugazmente entre sus brazos y caderas. 


Yo miro hacia otro lado, donde tres hombres mayores bailan pegados como si fueran un único ciempiés. 
Chocan sus entrepiernas los unos con los otros dando pequeños saltos, mientras un par de cuarentonas divertidas a su lado les aplauden.
El que va en cabeza, en uno de esos saltos, pierde el equilibrio y arrastra a los otros dos a una lenta pero inevitable caída contra el suelo.

Imagino que volverá a pasarles lo mismo más tarde, cuando los tres estén sobre la cama de un bed & breakfast.

Dudo que la discoteca de más de si esta noche, de ahí la entrada gratis y las pocas pegas que los gorilas han puesto a mis pintas desaliñadas.


La chica rompe la tregua y vuelve a asaltarme, agarrando mi mano y haciéndome girar sobre mi eje. 
Doy un par de vueltas, hago lo mismo con ella y cuando esta de espaldas, aprovecho para escaparme al baño. Ella me grita algo, pero paso en ese momento por un baffle y no la escucho.

En la puerta del lavabo de caballeros, me espera Michael Knight sonriente con su cazadora y su jersey rojo de cuello cerrado.

"Que calor, Knight. Dile a Kitt que ponga el aire"

El lavabo también es un fiel reflejo de los ochenta, para variar.
Encima de la taza, hay una pegatina de 'Beware of AIDS' con la imagen de Freddie Mercury sacada del vídeo 'I want to break free'.

Me subo la cremallera y pego un tirón a la pegatina. Rebusco en mis bolsillos, saco un boligrafo de WRG Marketing y escribo en el borde arrancado. Ahora pone 'Beware of dickheads'.


Vuelvo a la pista de baile, donde esta sonando 'Sharp dressed man' de ZZ Top. 
La canción refleja todo lo que no soy ahora mismo. 
Huelo fatal, tengo toda la ropa pegada al cuerpo y el pelo graso.




Los viejos están de nuevo en el suelo, intentando ser levantado por una de esas simpáticas solteronas. Paso muy cerca y casi caigo yo también a la pista de baile, al verme arrastrado por una boa de plumas tirada por una de las mujeres.

Sin soltarme del cuello, intenta atraerme hacia su boca pintada como la de un cuadro de Matisse: rojo sobre blanco verdoso.
Me fijo en sus brazos rollizos y sudados. Son idénticos a esos jamones cocidos inmaculados que hay en la carnicería del Super, aun sin cortar en lonchas.

Me libro antes de que su beso me convierta en Medusa.
La chica de antes me vuelve a abordar, pero me doy media vuelta.
Vuelve a buscar mi mano, pero me zafo de ella.

En este punto, doy por terminada la noche. 
La próxima vez iré una discoteca de los noventa, que es cuando aprendí a tener uso de razón.

miércoles, 15 de julio de 2015

Asfalto caliente hacia ninguna parte.


Era uno de esos viajes de verano con cinco en un coche y el sexto en Alsa (a todos nos ha pasado alguna vez), bajo un sol abrasador y una nueva epidemia de legionella en el ambiente. 




No había prisa por llegar al lugar de destino estival. El coche-crucero iba por la carretera a su ritmo, con cassettes de El Consorcio, Julio Iglesias y Bombazo Mix 2002 guardados en la guantera o a todo trapo.

En una de esas, alguien señaló el cartel que indicaba el desvío a Oliva. Se hizo un pequeño debate en el coche y tras un rotundo: 'Tu madre al llegar allí, coge un libro y se entretiene hasta que lleguemos. No hay prisa', ponemos rumbo a dicho poblado costero.

No hay prisa. Paramos y el tío Camuñas pregunta a un viandante por dónde queda el cementerio de Oliva, donde esta enterrado un tal Vicente Guarra.

-¿Vicente Guarra?
-Vicente Parra, niño. Fue nada menos que Alfonso XII en el cine.



Llegamos al cementerio y la mitad de los que votaron ver a Vicente Parra, no se bajan del coche. Para mi sorpresa, yo me bajo, porque dentro de mi tengo el regusto y la curiosidad de visitar el sepulcro de un famoso, como quien va a ver la tumba de Jim Morrison o Elvis Presley.

Damos un buen rodeo por el cementerio y preguntamos a esas señoras que siempre están allí para limpiar las tumbas de sus seres queridos, aunque caiga sobre ellas las Canículas de Agosto.

El tío Camuñas salva de nuevo la situación, haciéndonos aspavientos con los brazos a lo lejos. Al llegar donde esta, vemos a Vicente Parra y familia.
Para todos, de lejos, el momento es igual de importante que cuando Indiana Jones descubre el Arca de la Alianza.

Tomamos dos fotos para el recuerdo, de pie, sentados sobre el sepulcro o detrás de la cruz, como si fueramos un grupo de góticos felices.

Nada más volver al coche, estalla el jubilo. 
Se suceden vítores al grito de: '¡Vicente Parra, hemos hecho historia en un minuto!', 'Donde vas Alfonso XII, donde vas triste de ti...'. 


La radio del coche anuncia en ese momento que la banda terrorista ETA se ha cargado por la mañana a un tío mediante coche bomba y hace pocos minutos, a otro con una ráfaga de tiros. 
Se me tuerce el gesto, siendo consciente de lo diferente que es ahora mismo la parte de delante del coche y la de detrás.

Era al fin y al cabo, un día cualquiera de verano en España, en una carretera remota de este recién estrenado siglo.