jueves, 30 de julio de 2015

Here in my car


Hace calor, mucho calor. 
Sudo a mares y para colmo, estoy en un tugurio en el que soy el único extranjero. 
Me siento un poco perdido, como si me acabaran de parir.

La discoteca en la que me encuentro, pretende ser un fiel reflejo de los ochenta.
T
iene un DeLorean colgado del techo que tira humo de vez en cuando, hay luces de colores y globos por todos lados y el tío de la barra va vestido igual que Tom Cruise en 'Cocktail'.




Escuchando el éxito de Gary Numan, una chica me pregunta por detrás qué Guerra Fría me seduce más, la de los sesenta o la de los ochenta.

"No sé, en los sesenta aún no había nacido y en los ochenta llegué cuando ya había terminado la fiesta nuclear. 
Conocí la primera por Mad Men y la segunda, a través de las películas de Superman"



La chica no insiste en preguntarme nada más. Baila y las luces de colores pasan fugazmente entre sus brazos y caderas. 


Yo miro hacia otro lado, donde tres hombres mayores bailan pegados como si fueran un único ciempiés. 
Chocan sus entrepiernas los unos con los otros dando pequeños saltos, mientras un par de cuarentonas divertidas a su lado les aplauden.
El que va en cabeza, en uno de esos saltos, pierde el equilibrio y arrastra a los otros dos a una lenta pero inevitable caída contra el suelo.

Imagino que volverá a pasarles lo mismo más tarde, cuando los tres estén sobre la cama de un bed & breakfast.

Dudo que la discoteca de más de si esta noche, de ahí la entrada gratis y las pocas pegas que los gorilas han puesto a mis pintas desaliñadas.


La chica rompe la tregua y vuelve a asaltarme, agarrando mi mano y haciéndome girar sobre mi eje. 
Doy un par de vueltas, hago lo mismo con ella y cuando esta de espaldas, aprovecho para escaparme al baño. Ella me grita algo, pero paso en ese momento por un baffle y no la escucho.

En la puerta del lavabo de caballeros, me espera Michael Knight sonriente con su cazadora y su jersey rojo de cuello cerrado.

"Que calor, Knight. Dile a Kitt que ponga el aire"

El lavabo también es un fiel reflejo de los ochenta, para variar.
Encima de la taza, hay una pegatina de 'Beware of AIDS' con la imagen de Freddie Mercury sacada del vídeo 'I want to break free'.

Me subo la cremallera y pego un tirón a la pegatina. Rebusco en mis bolsillos, saco un boligrafo de WRG Marketing y escribo en el borde arrancado. Ahora pone 'Beware of dickheads'.


Vuelvo a la pista de baile, donde esta sonando 'Sharp dressed man' de ZZ Top. 
La canción refleja todo lo que no soy ahora mismo. 
Huelo fatal, tengo toda la ropa pegada al cuerpo y el pelo graso.




Los viejos están de nuevo en el suelo, intentando ser levantado por una de esas simpáticas solteronas. Paso muy cerca y casi caigo yo también a la pista de baile, al verme arrastrado por una boa de plumas tirada por una de las mujeres.

Sin soltarme del cuello, intenta atraerme hacia su boca pintada como la de un cuadro de Matisse: rojo sobre blanco verdoso.
Me fijo en sus brazos rollizos y sudados. Son idénticos a esos jamones cocidos inmaculados que hay en la carnicería del Super, aun sin cortar en lonchas.

Me libro antes de que su beso me convierta en Medusa.
La chica de antes me vuelve a abordar, pero me doy media vuelta.
Vuelve a buscar mi mano, pero me zafo de ella.

En este punto, doy por terminada la noche. 
La próxima vez iré una discoteca de los noventa, que es cuando aprendí a tener uso de razón.

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